El
hombre miró a su izquierda y a su derecha... Nadie le observaba... Los
de la derecha estaban obsesionados en conseguir dinero, cuanto más,
mejor... Los de la izquierda estaban como desorientados, mirando a todas
parte y a ninguna... El hombre avanzó hasta el medio de la plaza y allí
comenzo a desplegar lo que llevaba metido en la maleta. Al principio,
ninguno de los dos grupos se dió cuenta ocupados
en su quehaceres: el dinero y las ideas... El hombre desplegó una mesa,
comenzó a poner pequeños folletos de un color azul claro y nadie se
preocupó. De pronto, sacó de la maleta una gran pancarta que decía "El
hombre tiene el derecho a ser libre". Una vez expuesta, los dos grupos
se acercaron con precaución y fueron cogiendo los pequeños folletos que
el hombre había dispuestos en la mesa... Los leyeron, se los guardaron y
se fueron yendo poco a poco... Sólo quedó en la plaza el hombre de la
pancarta. Cuando se fue acercando la hora del mercado, cuando un montón
de mujeres y algún hombre llenaban la plaza de murmullos, gritos y
exclamaciones, sonó de repente una sirena policial. Todos se quedaron
callados mirando los superhombres de uniforme que, sin prisa, se
acercaban al hombre... Su protesta duró sólo un segundo, el tiempo que
tardó el superhombre de golpearlo en la cabeza. Deprisa fueron retirando
toda la propaganda del hombre, la mesa y la pancarta. Se oyó preguntar a
algún niño pequeño «¿Qué es eso de la libertad?». La respuesta de su
madre no se hizo esperar: «Eres muy pequeño para entender eso». «¿Però,
tú lo entiendes, mami?», preguntó el pequeño. «No», dijo la madre, «pero
lo recuerdo....».